martes, 12 de octubre de 2010

CAMPAÑA DE ORACIÓN

Una oración que ensancha nuestros límites

De las numerosas partes que componen la Biblia donde resaltan verdaderos tesoros del conocimiento espiritual como los los Salmos o los Proverbios; el Primer Libro de Crónicas se destaca, sin duda alguna, por ser el tomo de lectura menos amena y gratificante. Este libro comienza con una interminable
enumeración genealógica (al estilo de Adán engendró a Set, Set a Enós, Enós a Quenán, Quenán a Mahalalel, etc., etc., etc.) que se extiende, ¡durante nueve capítulos! No obstante, el obstinado buscador de la Verdad hallará, en medio de esa impenetrable selva de nombres, una de las oraciones más poderosas que jamás se ha escrito. Por alguna extraña razón, al llegar al cuarto capítulo, el escriba de Dios cansado tal vez
de transcribir monótonamente cientos y cientos de nombres se sintió obligado a detenerse en alguien muy especial: Jabes. Este personaje tenía una forma audaz, casi desafiante, de orarle a Dios.

Dice la Escritura:

Jabes invocó al Dios de Israel diciendo:

"¡Oh, si en verdad me bendijeras
Ensancharías mi territorio…
Y si en verdad tu mano estuviese conmigo,
Me guardarías de todos los males
Para que no me causen aflicción".

Y así las cosas, Dios le concedió lo que pidió. Hasta aquí la historia de Jabes, que fue jefe de un clan del antiguo Israel. El cronista no ofrece más detalles… pero los que da son más que suficientes. Veamos:

a) Ante todo, Jabes pide a Dios que le bendiga… ¡a él antes que a nadie!

b) Le pide al Ser Supremo, en un tono casi conminatorio, que "ensanche su territorio".

c) Exige, mientras amplía los límites de su dominio, que ningún mal le sobrevenga.

d) Dios le concede a Jabes todo lo que ha pedido. Amén.

La de Jabes no fue una petición tímida. De hecho, le hablaba y exigía a Dios como a un Padre muy cercano, casi de igual a igual. Si tomamos conciencia de que no es necesario buscar a Dios fuera de nosotros
mismos, ya que Él se halla instalado en nuestro interior, es fácil comprender que el regreso al Reino de los Cielos, gracias a la oración, se torna verdaderamente en "un viaje sin distancia".

De igual modo, esta plegaria te invita a ampliar tus límites intelectuales, afectivos, materiales y espirituales, a trascender toda creencia de restricción que empobrezca tu vida, a ensanchar sin timidez ese Reino de
los Cielos que bulle y ansía ser expandido dentro tuyo. Al mismo tiempo, pide que esa prosperidad se produzca "sin que cause aflicción”, es decir, sin innecesarios "dolores de crecimiento".

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