viernes, 18 de abril de 2008

Somos una comunidad de amor

porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, 27pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. 28Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa. Gálatas 3.26-29

Es nuestra inclinación natural sentirnos incómodos cuando estamos en medio de personas que son diferentes a nosotros y acercarnos a aquellos con los que no tenemos alguna semejanza.

Es normal que humanamente siempre nos estemos midiendo y marcando las diferencias entre nosotros. Pero cuando entendemos que ahora en Cristo, todos somos hijos de Dios, y que por el bautismo estamos revestidos de El. Y al estar “revestidos” de Cristo, todos somos iguales entonces las diferencias desaparecen. Es por esto que Pablo dice: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús.

O sea que todas las diferencias entre nosotros quedan eliminadas.

Algunos varones judíos saludaban al nuevo día con la oración: «Señor, te doy gracias que no soy un gentil, un esclavo o una mujer».

La fe en Cristo va más allá de estas diferencias y hace que los creyentes sean uno en Cristo.

Debemos asegurarnos de que no estamos imponiendo diferencias que Cristo ha quitado. Ya que entre los creyentes, ninguno es más privilegiado o superior a otro.

Propongámonos buscar y apreciar a personas que no se asemejan a nosotros ni a nuestros amigos.

No importa lo que hayan hecho, ni lo que sean, ni como sean los demás debemos estar dispuestos a amarnos y aceptarnos siempre.

No hay comentarios: