viernes, 18 de abril de 2008


Jericó estaba cerrada, bien cerrada, por temor a los hijos de Israel: nadie entraba ni salía. 2Pero Jehová dijo a Josué: «Mira, yo he entregado en tus manos a Jericó y a su rey, junto con sus hombres de guerra. Josué 6.1-2

Los muros, para los tiempos bíblicos, constituían una muy clara señal de protección enemiga. No era un mero adorno para hacer lucir a la ciudad más atractiva al visitante. Eran construidos con tal solidez, espesor y anchura, que en algunos casos se nos dice que podían ir hasta unos cuatro carros jalados por caballos sobre ellos y construirse casas en su parte posterior, como fue el caso de Rahab, la ramera en el muro de Jericó.
Para sus habitantes, el muro de la ciudad constituía su seguridad, protección y hasta su propio orgullo de una ciudad impenetrable por ningún humano. La toma de Jericó planteaba primero la destrucción de su muro. La dificultad más obvia que vendría a la mente de Josué era precisamente esta. ¿Cómo tomar la ciudad con semejante fortaleza? ¿Cómo poner en combate a sus guerreros con el ejército de esa ciudad? Sin embargo hasta ahora Josué se mantiene firme obedeciendo al “Príncipe de los ejércitos de Jehová”. La extraña estrategia que parece absurda, y para los más versados en combates hasta ridícula, no abandonó a Josué de la promesa: “Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra. Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez” (v.2). Y eso es lo que hará en absoluta obediencia. La ciudad de Jericó no podía ser tomada sin que primero cayeran sus muros.
Que bueno es pensar que Dios siempre hará la parte mayor en todas nuestras conquistas. Él quita los obstáculos para que avancemos.
El creyente tiene la certeza que ningún poder prevalecerá contra él mientras conquista su tierra prometida.
Justamente detrás de Jericó, estaba la TIERRA PROMETIDA.
Jericó representa la fortaleza del enemigo, Satanás, el Diablo, que de todas las maneras posibles intenta detenernos para no poder alcanzar la Tierra Prometida.
Es por esto que durante siete meses, siete semanas en cada mes, de Lunes a Sábado, de 5 a 7 hs. de la mañana, nos juntaremos en la iglesia “Los Guerreros de Dios” a pelear en oración hasta que los muros caigan.
PROPOSITO.
QUE DESCIENDA EL REINO DE DIOS EN MEDIO DE NOSOTROS POR MEDIO DE SEÑALES PRODIGIOS Y MILAGROS.
 QUE SE CAIGAN LOS MUROS DE IMPIEDAD Y LOS PRINCIPADOS DE SATANAS.
 QUE SE CAIGAN LOS MUROS DEL PECADO Y LA CARNE APLICANDO LA VICTORIA DE CRISTO SOBRE NUESTRA NATURALEZA CARNAL.
 QUE TODO LO PROMETIDO POR DIOS SE HAGA REALIDAD.
 QUE LA PROMESA DEL ESPIRITU SE CONCRETE EN ESTE TIEMPO.
 QUE CAIGAN LOS MUROS Y LAS PROMESAS DE DIOS SOBRE LO ECONOMICO, MATRIMONIOS, FAMILIA, PROPIEDADES, ARMONIA, SANIDAD DE ENFERMEDADES, ANULACION DE MALDICIONES; SE CONCRETEN EN NUESTRO TIEMPO.
 QUE CAIGAN LOS MUROS DE LAS BRUJERIAS Y HECHICERIAS
 QUE CAIGAN LOS MUROS DEL OCULTISMO Y ANULAR A LOS PRACTICANTES DEL MISMO.
Estás son algunas de las cosas que vamos a estar derribando en el nombre de Jesús, cada mes se imprimirá un boletín con motivos de oración para que toda la iglesia interceda y especialmente durante la semana que estaremos yendo al templo durante la mañana.
Como dice 2ª Corintios 10.3-6
3Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne, 4porque las armas de nuestra milicia no son carnales,d sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 5derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, 6y estando prontos a castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.
Nuestras armas son poderosas en Dios... No nos olvidemos de esto cuando nos enfrentemos con el enemigo.

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