Cuando acabamos de mencionar todo
esto y algo más, pensamos que ya hemos orado por la iglesia, y en cierta forma
sí lo hicimos pero eso no es todo. Nuestras oraciones deben incluir no solo los
motivos sino la forma cómo pedimos, cómo oramos y cómo intercedemos.
Juan Bunyan, escribió: "Orar es derramar de modo sincero,
consciente y afectuoso el alma ante Dios por medio de Cristo, en el poder y la
ayuda del Espíritu Santo, buscando las cosas que Dios ha prometido o que son
conforme a su Palabra para bien de la iglesia, con fiel sumisión a su
voluntad" Y luego de explicar detalladamente cada frase, concluyó
"Esta cláusula abarca todo lo que tiende a la gloria de Dios, la alabanza
de Cristo o el provecho de su pueblo, pues Dios, Cristo y su pueblo están de
tal manera unidos que si se ora por el bien de uno, a saber, de la iglesia, se
ora necesariamente por la gloria de Dios y la alabanza de Cristo. De manera que
Cristo está en el Padre, los santos están en Cristo, y el que toca a los santos
toca a la niña del ojo de Dios. Orad pues por la paz de Jerusalén y oraréis por
todo lo que debéis."
Cuando Bunyan se refirió a Jerusalén, sin duda alguna se estuvo refiriendo a la iglesia, tal como lo hizo Pablo cuando escribió "Mas
Si la "Jerusalén de
arriba" somos todos nosotros, es decir, los cristianos que hemos nacido de
nuevo mediante Jesucristo, las Escrituras nos enseñan cómo debemos orar por la
iglesia:
1.
Debemos
orar por la Iglesia
sin reposo y sin tregua.
Isaías 62:1-7 "Por amor de Sion no callaré, y por
amor de Jerusalén no descansaré hasta que salga como resplandor su justicia, y
su salvación se encienda como una antorcha. Entonces verán las gentes tu
justicia, y todos los reyes tu gloria; y te será puesto un nombre nuevo, que la
boca de Jehová nombrará. Y serás corona de gloria en la mano de Jehová y
diadema de reino en la mano del Dios tuyo....Sobre tus muros, oh Jerusalén, he
puesto guardas, todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os
acordáis de Jehová, no reposéis, ni le deis tregua, hasta que restablezca a
Jerusalén y la ponga por alabanza en la tierra."
El profeta Isaías se involucró en
la visión diciendo "por amor a Sion no callaré y por amor de Jerusalén no
descansaré" y al final extendió la invitación a todos los que se acordaban
de Dios diciendo "no reposéis ni le deis tregua, hasta que restablezca a
Jerusalén y la ponga por alabanza en la tierra".
Notemos que su motivo de oración
no fue localista, él no se enfocó en las circunstancias inmediatas o
temporales, sino que se extendió a toda la tierra, para que la iglesia alcance
un futuro glorioso y su luz alumbre a todas las naciones. Frecuentemente oramos
por problemas momentáneos o por situaciones que nos molestan o preocupan y nos
olvidamos de lo más importante.
Isaías captó la importancia de la
misión de Dios en el mundo por medio de la iglesia. Y se dio cuenta que su
responsabilidad era orar de tal forma que la salvación se encienda como una
antorcha y que la iglesia sea establecida y puesta como alabanza en toda la
tierra. Porque el que alaba a la iglesia, alaba al Señor, el que ama a la
iglesia, ama al Señor, porque la iglesia es el cuerpo de Cristo.
Esta verdad tiene, por otra
parte, otra consecuencia colateral. Porque toda crítica que se hace a la
iglesia, se hace a Cristo. No podemos separar a Cristo de su cuerpo.
Tenemos una misión: no callar más
nuestras oraciones a favor de la iglesia hasta que se encienda como una antorcha,
hasta que sea exaltada con poder, porque si la iglesia es puesta en alto, es
Cristo quien es puesto en alto.
2.
Debemos
orar para que la Iglesia
haga siempre la voluntad de Dios.
Colosenses 1:9-11 "Por lo cual también nosotros, desde el
día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos
del conocimiento de su voluntad en toda sbidur4ía e inteligencia espiritual,
para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en
toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo
poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y
longanimidad."
Cuando al apóstol Pablo se le
informó sobre la conversión de los colosenses, inmediatamente comenzó a orar
pidiendo que sean llenos del conocimiento de la voluntad de Dios.
Porque a Dios no le importan
tanto nuestros planes, ni todo lo que nosotros podamos ofrecer, sino en que
hagamos lo que él quiere. Algunos cuando se enferman o están pasando por una
crisis muy grave, recurren a la oración para hacer promesas a Dios, diciéndole
que si el los sana o responde a sus oraciones, ellos le servirán o darán una
generosa ofrenda, o harán algo para demostrar su agradecimiento. Pero lo que no
saben es que Dios no se conforma con estas promesas, él nos quiere a nosotros, él
quiere nuestro corazón, el desea que hagamos su voluntad. Toda nuestra
planificación, organización o buenos propósitos no tienen ningún valor si su
voluntad no está siendo hecha.
Oramos y no recibimos; lloramos y
buscamos sin encontrar salida ¿por qué? porque no conocemos la voluntad de
Dios. Oramos para que alguien se sane, y en lugar de sanarse se muere; oramos
para que alguien cambie de actitud, y empeora. En esa situación nos sentimos
confundidos e incluso comenzamos a dudar de las promesas de Dios ¿Por qué?
Porque no estamos llenos del conocimiento de la voluntad de Dios. Pero si él
nos llena, le agradaremos en todo, llevaremos fruto en toda buena obra, seremos
fortalecidos con todo poder y tendremos toda la paciencia y un ánimo a toda
prueba.
En conclusión, si unimos estos
dos puntos: la oración ferviente y constante por la exaltación de la iglesia y
la voluntad de Dios, podríamos decir, que nos encontramos en el camino correcto
de cómo orar por la iglesia.
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