martes, 3 de julio de 2012

¿Cómo orar por la Iglesia?

Cuando nos ponemos a orar por la iglesia los motivos más frecuentes son: los enfermos, los necesitados, la conversión de parientes y vecinos, por algunas actividades especiales, por los pastores, misioneros, diáconos, el liderazgo en general y por los creyentes "de todo el mundo".
Cuando acabamos de mencionar todo esto y algo más, pensamos que ya hemos orado por la iglesia, y en cierta forma sí lo hicimos pero eso no es todo. Nuestras oraciones deben incluir no solo los motivos sino la forma cómo pedimos, cómo oramos y cómo intercedemos.
Juan Bunyan, escribió: "Orar es derramar de modo sincero, consciente y afectuoso el alma ante Dios por medio de Cristo, en el poder y la ayuda del Espíritu Santo, buscando las cosas que Dios ha prometido o que son conforme a su Palabra para bien de la iglesia, con fiel sumisión a su voluntad" Y luego de explicar detalladamente cada frase, concluyó "Esta cláusula abarca todo lo que tiende a la gloria de Dios, la alabanza de Cristo o el provecho de su pueblo, pues Dios, Cristo y su pueblo están de tal manera unidos que si se ora por el bien de uno, a saber, de la iglesia, se ora necesariamente por la gloria de Dios y la alabanza de Cristo. De manera que Cristo está en el Padre, los santos están en Cristo, y el que toca a los santos toca a la niña del ojo de Dios. Orad pues por la paz de Jerusalén y oraréis por todo lo que debéis."


Cuando Bunyan se refirió a Jerusalén, sin duda alguna se estuvo refiriendo a la iglesia, tal como lo hizo Pablo cuando escribió "Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre" (Gálatas 4:26) y no solo Pablo, sino también el apóstol Juan hizo la misma identificación en Apocalipsis 21:2 "Y yo Juan vi. La santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido" (Apoc. 21:2)
Si la "Jerusalén de arriba" somos todos nosotros, es decir, los cristianos que hemos nacido de nuevo mediante Jesucristo, las Escrituras nos enseñan cómo debemos orar por la iglesia:

1.      Debemos orar por la Iglesia sin reposo y sin tregua.
Isaías 62:1-7 "Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no descansaré hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha. Entonces verán las gentes tu justicia, y todos los reyes tu gloria; y te será puesto un nombre nuevo, que la boca de Jehová nombrará. Y serás corona de gloria en la mano de Jehová y diadema de reino en la mano del Dios tuyo....Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas, todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de Jehová, no reposéis, ni le deis tregua, hasta que restablezca a Jerusalén y la ponga por alabanza en la tierra."
El profeta Isaías se involucró en la visión diciendo "por amor a Sion no callaré y por amor de Jerusalén no descansaré" y al final extendió la invitación a todos los que se acordaban de Dios diciendo "no reposéis ni le deis tregua, hasta que restablezca a Jerusalén y la ponga por alabanza en la tierra".
Notemos que su motivo de oración no fue localista, él no se enfocó en las circunstancias inmediatas o temporales, sino que se extendió a toda la tierra, para que la iglesia alcance un futuro glorioso y su luz alumbre a todas las naciones. Frecuentemente oramos por problemas momentáneos o por situaciones que nos molestan o preocupan y nos olvidamos de lo más importante.
Isaías captó la importancia de la misión de Dios en el mundo por medio de la iglesia. Y se dio cuenta que su responsabilidad era orar de tal forma que la salvación se encienda como una antorcha y que la iglesia sea establecida y puesta como alabanza en toda la tierra. Porque el que alaba a la iglesia, alaba al Señor, el que ama a la iglesia, ama al Señor, porque la iglesia es el cuerpo de Cristo.
Esta verdad tiene, por otra parte, otra consecuencia colateral. Porque toda crítica que se hace a la iglesia, se hace a Cristo. No podemos separar a Cristo de su cuerpo.
Tenemos una misión: no callar más nuestras oraciones a favor de la iglesia hasta que se encienda como una antorcha, hasta que sea exaltada con poder, porque si la iglesia es puesta en alto, es Cristo quien es puesto en alto.

2.      Debemos orar para que la Iglesia haga siempre la voluntad de Dios.
Colosenses 1:9-11 "Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sbidur4ía e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad."
Cuando al apóstol Pablo se le informó sobre la conversión de los colosenses, inmediatamente comenzó a orar pidiendo que sean llenos del conocimiento de la voluntad de Dios.
Porque a Dios no le importan tanto nuestros planes, ni todo lo que nosotros podamos ofrecer, sino en que hagamos lo que él quiere. Algunos cuando se enferman o están pasando por una crisis muy grave, recurren a la oración para hacer promesas a Dios, diciéndole que si el los sana o responde a sus oraciones, ellos le servirán o darán una generosa ofrenda, o harán algo para demostrar su agradecimiento. Pero lo que no saben es que Dios no se conforma con estas promesas, él nos quiere a nosotros, él quiere nuestro corazón, el desea que hagamos su voluntad. Toda nuestra planificación, organización o buenos propósitos no tienen ningún valor si su voluntad no está siendo hecha.
Oramos y no recibimos; lloramos y buscamos sin encontrar salida ¿por qué? porque no conocemos la voluntad de Dios. Oramos para que alguien se sane, y en lugar de sanarse se muere; oramos para que alguien cambie de actitud, y empeora. En esa situación nos sentimos confundidos e incluso comenzamos a dudar de las promesas de Dios ¿Por qué? Porque no estamos llenos del conocimiento de la voluntad de Dios. Pero si él nos llena, le agradaremos en todo, llevaremos fruto en toda buena obra, seremos fortalecidos con todo poder y tendremos toda la paciencia y un ánimo a toda prueba.
En conclusión, si unimos estos dos puntos: la oración ferviente y constante por la exaltación de la iglesia y la voluntad de Dios, podríamos decir, que nos encontramos en el camino correcto de cómo orar por la iglesia.

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