miércoles, 7 de diciembre de 2011

Corina..(...por Betsabé Gonzalez,en su experiencia misionera)


El cielo estaba pintando de azul y el amarillo no dejaba de brillar en el esplendoroso sol.
El viento emanaba fragancia a calor que se apoderaba de las brisas.
Corría sudor por nuestras venas, nuestras frentes.
La respiración seca y entrecortada de nuestras gargantas ya no dejaba aire para hablar.
La mujer cansada, caminaba, no podía avanzar. El tiempo la aplastaba, y sus pies tenían cayos
La piel reseca enseñaba los años que la habían devorado. Y una mano en la cabeza
Mostraba el dolor que no soportaba.
No hay tiempo dije dentro mío. Qué pasa.
- el dolor me consume- una mano en la cabeza.
Una oración al padre. Una sensación de alivio, una crema para los brazos resecos.
Una sonrisa y una lágrima de soledad. Necesito a alguien, cantó.
Aquí tienes, a Jesús.

A veces un simple gesto puede cambiar el mundo en una persona.
Habíamos caminado todo el día, estábamos cansados.
Los viajes hasta la comunidad de la cruzadilla de san Juan se hacían tediosos con el calor
y la cantidad de personas q abordaban el minibús.
El día estaba lleno de actividades y tareas, el sol abrumador, y el tiempo escaso.
Estaba por entrar al templo a descansar cuando la conocí. Solo me detuve a verla.
Una señora de 70 salía a trabajar todos los días con 35 grados de temperatura y un sol indescriptible. Su trabajo consistía en  dirigirse a absolutamente todas las casas posibles para vender ropa no muy vendible.
La recuerdo sin más pensar, sus ojos estaban agotados.
Su marido trabajaba cortando cañas, y ganaba muy poco.
No tenían hijos, y si habían tenido ya se habían olvidado de sus padres.
No tenían nada. El gobierno no existía para ellos, o ellos para el gobierno.
Su comida dependía literalmente de su trabajo. Pero lo que ellos más necesitaban
Era no convivir más con la soledad.
Compartimos con ellos. Hicimos lo que sabíamos que Jesús quería hacer con ellos.
El primer día que la vi solo le ofrecí orar por ella. No lo olvidó.
Pronto nos recibieron en su casa dándonos lo mejor que tenían, es decir lo único, para almorzar.
No había nada más que quisiera esa mujer que servirnos. Comimos, con miedo, con un poco de culpa
Pero  haciéndole saber a ella que la amábamos al punto de comer lo que pensábamos que no nos correspondía, porque así ella sentía que tenía hijos, que no estaba sola..
No lo está le dijimos. Tiene a Jesús. Y fue así como ella lo supo.
Un simple gesto puede cambiar la soledad de una persona. Una oración al padre, puede cambiar su dolor.
Sin tan solo miráramos más. Quizás estés cansado, tal vez hace mucho calor o frío, quizás ocupado, pero
No dudes, estás aquí por eso.
Dios te puso en sus manos por eso.
Un abrazo, una palabra, una oración, una crema, una necesidad, suplir, amar. Dejar, dejarme.

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