sábado, 28 de febrero de 2009

El costo de ser discípulo...

Para andar en intimidad con Jesús no existe otro camino que no sea la cruz+

Texto Bíblico base: Mateo 9:35-11:1


Las advertencias que Cristo ha venido entregando a sus discípulos, antes de enviarlos en misión, encuentran su resumen en el pasaje de hoy. Expone claramente que el costo de seguirlo será soportar cuestionamientos y oposición de parte de aquellos que son de nuestro círculo más íntimo. Continua afirmando: «El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí» (vv. 37–38).

La frase «el que no toma su cruz y sigue en pos de mí» es, quizás, una de las expresiones más conocidas del Maestro de Galilea. En ella Jesús ponía «sobre la mesa», en palabras que todos claramente entendían, el precio que tenía ser un discípulo en el reino de los cielos.

Es necesario señalar que la pena capital aplicada en la cruz no fue inventada en la época de Cristo. Se cree que su implementación, una de las más crueles formas de dar muerte a un reo, contaba al menos 100 años de historia. Probablemente todos los que escuchaban a Jesús en esta ocasión habían visto, al menos una vez en la vida, a personas colgadas de los maderos que los romanos ubicaban fuera de las ciudades. La extrema crudeza de la imagen no era para ser olvidada fácilmente.

Cuando Jesús escogió utilizar esta analogía, para todos era obvio a qué se refería. La frase «tomar la cruz» describía el doloroso proceso de cargar el travesaño del crucifijo y caminar la distancia desde la cárcel hasta las afueras de la ciudad. Normalmente este macabro desfile era custodiado por soldados que hacían las veces de verdugos, acompañando con latigazos e insultos al hombre condenado. No debemos dudar que los discípulos se deben haber sentido profundamente afectados por la terrible implicación que para ellos guardaban las palabras del Mesías. Ya no quedaba duda sobre lo que Jesús aludía: seguirlo a él entrañaba la disposición a morir de la forma más horrible imaginable.

¡Cuán lejos está nuestro concepto moderno de «morir en Cristo»! Muchas veces la frase es poco más que la letra de una canción, la cual repetimos sin tener conciencia de la verdadera dimensión de la muerte. En la vida real, morir en Cristo es sumamente desagradable. Habla de un camino que jamás escogeríamos por nuestra propia voluntad. La verdad es que no deseamos transitar ese camino porque la carne no acompaña al espíritu. No obstante, no existe otro camino que no sea este, si es que vamos alcanzar nuestro deseo de andar en intimidad con él. De modo que necesitamos, con desesperación, que su Espíritu nos conduzca por donde no queremos transitar. Esto es, en esencia, el misterio de la vida espiritual, que el apóstol Pablo tan claramente capta en Romanos 7. No perdemos esperanzas, sin embargo, porque el compromiso del Señor es terminar la obra que comenzó en nosotros.

Al final del pasaje, Cristo habla de recompensas. ¿Cuáles son? ¿Quiénes las obtendrán? ¿Por qué abordó este tema? Simplemente preguntas para reflexionar y orar.

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