viernes, 7 de noviembre de 2008

EL CORAZÓN DE MISIONERO

¿Qué impulsa a un siervo de Dios a abandonar su
contorno para ir a servir a desconocidos? El amor
de Dios. La pasión por las almas.

Pude ver las figuras de personas entre las llamas. Los gritos de las almas condenadas eran ensordecedores e incesantes. No había ningún lugar seguro, ningún momento seguro, ningún alivio temporal de ninguna clase. En medio del pánico y el ruido, me esforcé para ordenar mis pensa­mientos. ¡Estoy en el infierno! ¡Este es un lugar real, y estoy en realidad aquí!”, esta es una mínima parte del relato del autor Bill Wiese en su libro 23 minutos en el infierno. ¡Qué horror! ¿verdad? Más horrible es pensar que ahí es a donde van a parar los que no lo conocen...

¿Qué conmueve el corazón de Dios? Que su creación se pierde en una eternidad donde no existe ni una vislumbre de su presencia.
¿Qué conmueve el corazón de un misionero? El corazón de Dios. El misionero vive del retumbar de estas palabras: No puedo dejar que se pierda; lo dejo todo—incluso mi vida—con tal que al menos tengas la oportunidad de escuchar su nombre.

Hay muchos misioneros que han entregado su vida para servir en los rincones de la Tierra que la sociedad ha desechado. Son lugares donde antes poblaciones enteras se perdían porque ¿y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿y cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10:14) ¡Ah! mas ¡cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian las buenas nuevas! (Romanos 10:15). De esos hermosos pies, hablaremos.

Si alguna vez ha escuchado a un misionero, quizás le ha sucedido como a mí, que a veces pienso que están hechos de una piel especial y que la pasión que los impulsa es tan extraordinaria que parece fuera de este mundo. Al oír sus historias, es inevitable cuestionarse: “¿Y qué estoy haciendo para alcanzar a los perdidos?”. Claro que a veces nos concentramos en aquellos que llegan a lugares recónditos como la llamada Ventana 10/40, la misma que se extiende desde el oeste de África al este de Asia o desde el grado diez hasta el cuarenta, al norte del Ecuador (en este espacio geográfico se encuentran los más grandes grupos de musulmanes, budistas e hindúes), pero entiendo que también se puede ser un tipo de misionero con el vecino, el familiar y el compañero de trabajo que tampoco ha escuchado el nombre de Jesús.
Tu misión en la vida es compartir a Cristo en tu Jerusalén, Samaria, Judea y hasta lo último de la tierra.

No hay comentarios: