lunes, 6 de febrero de 2012

Verdadero hombre - Verdadero cristiano.

“Y estando en la condición de hombre, se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre”.
(Filipenses 2:8-9).
Ante el desafío de ser como Cristo, he escuchado innumerables veces decir a diferentes personas: “ah bueno… que vivo!, pero Jesús era Dios”.
Si nosotros pensamos que Jesús sólo tenía una máscara de hombre en vez de ser un verdadero ser humano, entonces, no solo que estamos diciendo una herejía, sino que también hemos perdido la capacidad de entender cuál es el propósito de Dios para nuestras vidas.
Debemos saber que Cristo se hizo como yo, para que yo pudiera ser como él. Es justamente la humanidad de Jesús la que nos enseña cómo debemos vivir en este mundo. Él es el modelo al que debemos seguir e imitar.
Pero la verdad es que si Jesús no vive en nosotros a través de su Espíritu Santo, nunca vamos a poder ser como él.
Lo que diferencio a Jesús de los demás, no fue el hecho de que él era un “superhombreDios”, lo único que lo diferenciaba de los demás era el hecho de que Dios, a través de su Espíritu, estaba con él.
Él mismo dijo: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque Yo hago siempre lo que le agrada” (Juan 8:29).
El secreto para que Dios esté con nosotros, está en lo que dice el versículo que leímos al principio; estando en la condición de hombre, se humilló y se hizo obediente. Esta es la clave para nuestra vida, mientras estemos en la condición de hombre debemos humillarnos y hacernos obedientes.
Es lo que dice Pedro en su primera carta capitulo 5 verso 6: Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo.
Si queremos ser como Cristo, debemos empezar por donde Él empezó; “HUMILLACION” y para humillarnos debemos hacernos “OBEDIENTES”, la obediencia total y absoluta sin límites, siempre nos llevará a la humillación, y eso al Señor le agrada.

Al Señor no le interesa tanto que te realices en la vida o que hagas muchas cosas por Él, ni siquiera que ganes el mundo para Él. Al Señor solamente le interesa que seas obediente, aunque sea necesaria la humillación, porque será solo entonces que Dios te exaltará.

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