…porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto.
1 Corintios 9:10b
Es admirable
ver la cantidad de gente que hace cosas por hacerlas, sabiendo que no va a
suceder nada, pero de todas maneras lo hace igual.
Fui a hacer el
trámite en la AFIP para ver si tenía posibilidades de comprar algunos dólares
para mi viaje a México. Entre al
edificio de la AFIP, espere e hice cola en el sector de informes, cuando llegó
mi turno me explicaron que para ese trámite necesitaba tener mi clave fiscal, y
para esto necesitaba una fotocopia de mi documento, salí del lugar fui a sacar
la fotocopia, luego volví, saqué numero para tramitar mi clave fiscal, me senté
y espere mi turno, luego de terminar con ese trámite; saque nuevamente número
para pedir autorización para comprar dólares, así que me senté nuevamente y
espere mi turno, para que al final me dijeran que no, que no podía comprar
dólares ya que mi ingreso anual del año 2012 no había superado los cien mil
pesos.
Que feo es
hacer las cosas para luego no obtener ningún resultado. Creo que nadie en su
sano juicio haría cosas sin esperar que eso que hace produzca algún resultado
positivo.
Cuando Jesús
vino a este mundo, él no vino a ver qué pasaba, no vino a probar, vino a llevar
a cabo una misión con un resultado esperado.
Juan 3:17 dice que Jesús vino al mundo, para que el mundo, sea salvo por
él.
Después de la
inundación que sufrió nuestra ciudad semanas atrás, podía ver en la cara de la
gente que estaba en la calle sacando sus muebles arruinados por el agua, la
desesperanza, la decepción, la tristeza, etc. Ver el noticiero era para
amargarse un poco más al ver la magnitud del desastre que había originado una
lluvia de unos 400 milímetros de agua por algunas horas, llevándose aún las
vidas de muchas personas.
Pero en medio
de este desastre, se pueden rescatar muchas cosas muy valiosas. Me llamó la
atención, la nota que le hicieron a una Señora por televisión, quién ante la
pregunta sensacionalista del periodista, de cómo se sentía al haberlo perdido
todo, ella respondió; no lo perdí todo, perdí solo las cosas materiales, pero
tengo mi vida y mi familia gracias a Dios, ahora hay que volver a empezar.
Que hermoso es
ver a la gente tener esperanza a pesar de todo. Que hermoso es ver a los
cristianos seguir adelante creyendo firmemente en que todo lo que están
haciendo realmente es para la gloria de Dios, sin importarles que les vaya bien
o mal, que tengan o no tengan.
No debemos
hacer las cosas para probar o para ver qué pasa, debemos hacer las cosas con
esperanza, así como el que ara y trilla
espera recibir fruto de su trabajo. Hacer las cosas por hacerlas o porque hay
que hacerlas, sin esperar recibir el fruto del esfuerzo y del trabajo es
verdaderamente un derroche de tiempo, esfuerzo y trabajo. No tenemos dos vidas
para desperdiciar una probando a ver qué pasa.
El Apóstol Pablo tenía mucha
claridad con respecto a esto y él dijo en 1 Corintos 9.24-26 24 ¿No saben que en una carrera todos
los corredores compiten, pero sólo uno obtiene el premio? Corran, pues, de tal
modo que lo obtengan. 25 Todos los deportistas se entrenan con
mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder;
nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre. 26 Así que yo
no corro como quien no tiene meta; no lucho como quien da golpes al aire.
¿Qué es lo que
esperas recibir de todo lo que estás haciendo? ¿Cuál es tu meta? ¿A dónde
querés llegar?
Define tus
metas, establece el punto de llegada, no corras como quién no sabe a dónde
llegar, no luches dando golpes a al aíre. En todo lo que hagas, ejercita la
esperanza de ver el fruto de tu esfuerzo y trabajo.
No importa lo
que pueda pasar en el camino, que tus ojos estén fijos en la meta, si caes
levántate sigue adelante, no desistas, no abandones, no vuelvas, atrás… si las
aguas de la frustración y fracaso inundan tu vida, espera que bajen y vuelve a
empezar.
Recuerda que la
esperanza es una hoja de olivo; evidencia de tierra seca después de una
inundación. Es una prueba para el soñador de que vale la pena arriesgarse a
soñar.